Medidas disciplinarias: obispo Davies y élder Herring
El obispo Davies se ha vuelto más agresivo hasta tarde. Es un giro inexplicable en su naturaleza gentil habitual. Solía ser conocido por su calmante aura, su capacidad de escuchar a los misioneros, y su interminable paciencia. Sin embargo, algo en él ha cambiado, y de repente su paciencia está constantemente sobre una cuerda floja. Si un misionero sale de la línea, es el primero en romper y disciplinar al niño. Es casi como si estuviera buscando a los chicos para romper las reglas, para que pueda recordarles lo indignos que son vivir en los pasillos de la misión. El poder ha ido a la cabeza de Davies, y ha dejado que se salga de control. Cuando oye que Elder Herring ha roto otra de las reglas de la misión, Davies tiene una extraña mezcla de emoción. Hay enojo que el niño sería tan insolente como para faltar al respeto de los principios antiguos de la Orden. Pero también hay placer en saber que será capaz de castigar al niño abiertamente y sin vergüenza. Él está en la derecha, así que puede ser tan sádico como quiere en su acción disciplinaria. Llama a Elder Herring en una habitación oscura e inmediatamente procede a castigar el cuerpo del niño. Se mete su polla entre los labios del joven y lo ahoga con su circunferencia. Espera que la falta de oxígeno recuerde a Herring que su presencia en la misión es un privilegio, no un derecho. Entonces, él dobla al chico y mete su polla dentro de su gilipollas, estrangulando sin importar los gritos de Herring. El misionero experimenta dolor y placer a la vez, confuso por las sensaciones que se precipitan a través de él. Pero como siente Davies cavando más profundo y más profundo en su intestino, deja que el calor del orgasmo tome su cuerpo.