Síndrome de Estocolmo
Las fantasías eróticas representan un ámbito de la naturaleza humana frecuentemente caracterizado por instintos regresivos y luchas de poder no resueltas. A menudo fantaseamos con experiencias tabú que nunca desearíamos vivir, imaginando a los demás de formas que no se corresponden con nuestros personajes, creados para consolidar las conexiones sociales. Bajo todas las fantasías subyacen sentimientos humanos básicos y universales como la preocupación, la culpa, la inferioridad, la impotencia, la vergüenza y el rechazo. Nuestras fantasías nos ayudan a imaginar las condiciones ideales en las que podríamos disfrutar de un placer desenfrenado.
Muchos hombres homosexuales crecen sintiéndose no deseados, rechazados y en riesgo de sufrir violencia física y emocional. Muchos de nosotros hemos sido víctimas personales de actos violentos y estamos hipersensibilizados a traumas indirectos en nuestras comunidades. Al mismo tiempo, muchos de nosotros fantaseamos con el sexo forzado, el secuestro, el incesto y las agresiones sexuales en mayor o menor grado. A menudo, nos sentimos confrontados por la conciencia de estas fantasías, y no sabemos cómo armonizarlas con nuestras luchas por la justicia, la igualdad y la ascensión espiritual. Sin embargo, nuestras fantasías son en sí mismas mapas amorales y simbólicos de nuestras heridas inconscientes. En ellas, el que fantasea controla por completo aquellas circunstancias que, en el mundo material, son incontrolables, dejándonos indefensos ante nuestro sufrimiento. Es dentro de la fantasía donde somos capaces de tocar esa dimensión de la realidad humana, aportando placer al dolor de nuestras vidas colectivas como animales humanos.
Quienes disfrutan explorando sus sombras sexuales pueden aventurarse en estos controvertidos juegos de rol. Para muchos, las escenas de secuestro son un tipo de juego límite, una dramatización del no consentimiento consentido. Son una categoría particular de D/s en la que la conquista y la entrega proporcionan un ámbito particular de satisfacción psicológica. Para el sumiso, en la raíz de muchas fantasías de secuestro está el anhelo de ser tan importante, tan deseable, tan deseado, que el "agresor" no puede evitarlo, no puede tolerar no tenernos, incluso hasta el punto de recurrir a la violencia si es necesario. Para el Dom, esta experiencia es poderosa. Para los que juegan en este terreno, el contexto curativo subyacente que surge es el de la cercanía, la unión y la deseabilidad: cualidades que nos han arrancado a lo largo de la historia.